¿ Cómo sé si estoy llamado a ser sacerdote ?
1. Dios llama
La vocación al sacerdocio es ante todo una llamada amorosa del Señor: Dios siembra en algunos corazones el deseo de ser entregado a Él todo para anunciar a los hombres la salvación. En una vida concreta, esta llamada se manifiesta a menudo de manera discreta, que hay que saber escuchar. En particular, pasa por tres cosas: el deseo, la experiencia y las habilidades. Un deseo profundo de unirse a Cristo, de evangelizar y de servir a Dios con un corazón sin compartir; la experiencia de una alegría particular en los momentos consagrados a Dios, en la caridad en acto o en la oración; y las aptitudes personales que se tienen. Por esto, se puede reconocer que el Señor nos llama; ser sacerdote es a la vez la aceptación de una invitación de Dios y la respuesta a los deseos más profundos del corazón.
Hay que precisar aún: Dios llama libremente a quien Él quiere, y sin consideración de los méritos. El Apóstol no es elegido porque es mejor que los demás – el número de faltas de Pedro, jefe del colegio apostólico, lo demuestra bien, y él mismo lo sabe (cf Lc 5, 8). Dios no elige a los mejores, elige «a los que quiere» (Mc 3, 13).
Su llamada se escucha en el silencio del corazón. Al mismo tiempo, esta llamada es eminentemente personal, es decir, viene a encontrar lo más profundo de nuestra persona, y a revelar la mejor parte de nosotros mismos.